dilluns, 18 de febrer del 2013

Piel clara como la luz brillante la luna llena en una noche despejada, ojos como dos perlas con vida propia, el pelo suave como la seda cae sobre sus hombros desnudos incitando a apartarlo con un simple movimiento de mano. Ingenua e inocente, tan pura que casi es imposible de creer que sea real.

Todo lo contrario que su compañero de vida, de viaje, pues se ha enfrentado a numerosas situaciones que lo han ido desgastando, haciendo que parezca algo que no es, en su rostro se refleja el horror del mundo, las calamidades a las que ha tenido que ser sometido para llegar donde esta ahora.
Fiero, testarudo y tan realista que puede llegar a causar miedo.

Pero no a ella, el único miedo que siente su cuerpo es el de perderle, el de no volverlo a ver, no sentir sus historias sobre la vida, no perderse en esos ojos cansados pero a la vez profundos y serenos que hacen que cualquier problema pueda desaparecer.
Él no llega a comprender como alguien como ella, como ese ángel ha querido quedarse con él en vez de salir huyendo como todo el mundo había hecho hasta ahora, no comprende que lo que a ella le importa es el interior, es la ternura con que la trata, las caricias que aunque a veces sean ásperas para ella son las mejores del mundo.

Son diferentes, y por eso se complementa.
Son el Ying y el Yang.
El Sol y la Luna.
El frío y el calor.
La Bella y la Bestia. 

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