dimarts, 19 de novembre del 2013

Nunca has visto nada igual, hace tiempo que no se ve nada así, todo a tu alrededor es verde, frondoso, nunca ha sido tocado por el hombre, no ha sido manchado con el sudor de los humanos, los cuales parecen disfrutar con el fin de ese paisaje que la madre naturaleza nos da.

Esos parajes donde especies enteras de animales viven en paz y harmonia, viven según su instinto, la cadena alimenticia, como la pescadilla que se muerde la cola, todos ellos se alimentan y se ayudan mutuamente, sin nadie que les moleste ni les persigan para conseguir su preciada piel entre tantos humanos que las lucen sobre las suyas propias.
Son felices, están tranquilos, la madre tierra los acuna y los guarda como un vigilante día y noche, para que todo este en orden, en su sitio...

Pero está preocupada, pues la intromisión de los humanos no deja que la naturaleza siga su curso, millones de árboles caídos, como esos ángeles caídos, expulsados del cielo por desobedecer o rebelarse, pero con una diferencia y es que dichos árboles no han tenido tiempo ni de rebelarse, de oponerse a su muerte. Ese sonido sordo que hacen al caer al suelo, ese hogar de tantos animales, destruido, cada uno de ellos son las lágrimas de la naturaleza que no puede hacer nada por evitarlo...

Pobres de los infelices que infravaloran a la madre naturaleza, de la tierra, pues llegará el día en que se alce contra todos aquellos que la han hecho derramar una sola lágrima de su interior, por que ella...

Es caprichosa. Elegante. Sabia. Divertida. Justa. Preciosa. Grandiosa y Espléndida.
Es Gaia. 

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